sábado, 19 de junio de 2010

Ana no es Ana.


Qué te ahogue, te atrape y te lleve, aun, al fondo de algo. Qué no se pueda precisar en donde nace, cual es el punto exacto desde el que fluye. Es tan pero tan poderoso que guía ejércitos y genera llantos interminables con espasmos de un feo color ocre.
Un huracancito desnivela el hogar de Ana y ahora hay que intentar reconstruir, eso ultimo un clarísimo comentario del archiconocido Pablito Palacio. Faltan faltas de todo y los agujeros toman la casa minuto a minuto. La cara de Ana es de pánico, pero el agua en la pava continua su viaje en línea ascendente y eso ya es algo. Ante el primer hervor, como es costumbre, los rostros se embellecen. La ronda improvisa en el piso unos biscochitos baratonguis del almacén de abajo y la nostalgia se aparta. Ahora hay que hablar.
Fiacosa Ana le esquiva al bulto y es el optimista el que hace la pregunta incisiva por su sexo. ¿Qué les ocurre que no cogen?- Los ojos de la pequeña multitud se expanden y la acusan.

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