sábado, 21 de noviembre de 2009

Muestra de Pintura - conexiones...



tu amor me enloquece...
autora: Valeria Sena
técnica: mixta sobre papel



un día cargado de violencia (p.p.)
autora: Valeria Sena
técnica: pintura asfáltica



la violencia que fluye del pincel.

"Violencia y llanto mal contenido. No lo entiendo, ¿se puede ser cruel y seguir sin más? La bronca me brotaba como la peste, quería salir de mi a cualquier precio. "

domingo, 11 de octubre de 2009

frío, frío

La tarde crucial frente a un hombre en su vida incomparable de hombre: sus ojos, el valor del silencio, su advertencia, su disposicion sin atenuaciones.
Esas dos frases únicas que terminaron brotando al influjo a su vez incomparable de haber llegado hasta sus delimitaciones. La luz amortiguándose y de improviso los dos torsos que se inclinan como si un motivo por demás inquietante estableciese el acuerdo de preferencias.
Un hombre que desagravia por entero el aturdimiento de haberlo perdido todo sin comprender para nada el motivo.
La tarde crucial, el ahogo único imposible contra sus manos providenciales.
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Néstor Sánchez- "Devociones" en La condición efímera.

viernes, 10 de julio de 2009

Impertinente

Se abre de piernas, parada, deteniendo la pared y los intrusos. Aquel la observa con una pasividad que asombra. Se siente aun incomodo por el devenir de los hechos. Siempre ella lo movilizó, no entendió mucho y jamás se hubiese visto en esa oscuridad que penetra.
Se despidieron esa mañana y ella le acusó de no entender, de dejarla ir. Él fuerte del brazo le demostró que los chistes dejaban de ser sugerentes para volverse negros.
Cuando ya la ha visto lo suficiente su mano urgente la toca, la palpa. Los labios no llegan a besarla y sólo bajan, urgen. Hierven los cuerpos llenos de tensión.
Le tapa la boca y la ira crece cuando percibe que ella no tiembla. Un nene grandote y bruto en manos de la impertinente pendeja.

sábado, 13 de junio de 2009

Ingrato

Ingrato. Miro la ventana y la oscuridad y sé de vos.

En otro tiempo que recorres
Corres
Te alcanzo desganada
En cuatro patas

Grito.
Intentas alzarme, llevarme.

Ingrato, no ves?

viernes, 29 de mayo de 2009

No me enorgullece

V-
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Violencia y llanto mal contenido. No lo entiendo, ¿se puede ser cruel y seguir sin más? La broca me brotaba como la peste, quería salir de mi a cualquier precio.
Mi progenitor era un problema, y sólo por casualidad era el problema de todos los que seleccionaba para estar a mi alrededor. Diego y aquel otro, el de los ojos claros padecían la misma enfermedad, y esas, mis hermanas, también.
Se mezcla un odio con el otro. La raíz de este sentimiento que diezma mi racionalidad es la misma. Acepto pero no comprendo y un día la cara de póquer falla. O peor su cara falla y mi mirada se queda esperando.
Uno de ellos no puede escapar pero el otro se esconde bajo su cama. Pide tres veces con los ojos bien cerrados ser un niño para siempre, no crecer. Le gustaría abrirlos y ya no estar en su dormitorio de la casa paterna con paredes azul- celeste pero no hará algo para cambiarlo. Todo implica mucho esfuerzo. Una mujer implica mucho esfuerzo. Jugarse nunca, sólo jugar.
Lo llamo con la mente, le grito pero me destruyo por querer luchar por un imposible. Guevara...guevarista y suicida. Me habla, reaparece de vez en cuando para reafirmar su lugar. Yo lo atiendo rápida, semi enojada. Pero el bueno de Dieguito ya me conoce, sabe que no tardo en obedecer.
Esa tarde como miles que van, la convenzo a ella para que nos deje a solas. Un gran reencuentro después de un mes. Él está con nuevos proyectos, el día anterior me cuenta que filmó por fin un corto. Voy a ser yo la dichosa en verlo completo por primera vez. Me enamoro como nunca, lo idealizo como siempre.
Ahí está él, firme, serio. No trajo el tape porque se lo quedo un amigo, otra vez será. Lloro por dentro pero no tanto como después de encontrarme desnuda a su lado. Porqué se gastará en convencerse, en convencerme que no es así.
- Yo no puedo acostarme con alguien si no lo siento, sino lo quiero aunque sea por ese instante- me dice ella y coincidimos. Pero sufro por darme cuenta de lo que dice, de lo que digo tan suelta de cuerpo. Él me quiere, me adora de vez en cuando. Diego se fue huyendo luego de un llamado incomodo a mi celular. Era el verdadero, y realmente quería verme. Corté sabiendo que le estaba dando el perfecto pie. La salida teatral que añoraba.
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VI-
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Porqué no me resigno a dejarlo ir. Ese que doblo la esquina y no se dio vuelta, el que camina por mi ancha vereda de San Telmo, ese nunca fue lo que yo quise. No colmó jamás mis expectativas, ni siquiera ayudó a palear el mal rato. Sólo estaba, molestaba. Pero como las perras de mis padres con las cuales debía convivir me hacía sonreír y despejarme. Caminar. Siempre fue bueno caminar, es bueno hacer ejercicio (un legado de otro hombre).
Porqué no me resignaré a admitir que es poco, que nivelo para abajo y me contento rápido. Es buena nena, no se queja, no llora y come lo que le dan sin dejar miguitas. Gauchita la pobre, tonta sentimental.
Abro la puerta y comienzo esa rutina que adoramos los que tememos a la depresión. Ayer volví a mis clases, otra vez aquel edificio decadente, esa horrible fábrica quebrada. Y Diego que parecía esperarme en el maldito segundo piso se percato enseguida de mi molestia. Siempre rodeado de chicas y yo sonrojada y nerviosa como si hubiese sido la que lo plantó impunemente. Se acercó y me susurro al oído lo linda que estaba y que aquellas lo aburrían. La pedantería me gusta, soy masoquista y lo que el mundo detesta a mi me enamora pero esa escena excedía mi tolerancia. Me acompañó a mi aula y prometió pasarme a buscar al terminar nuestros teóricos. Quería hablarme, saber de mi, pero como todas sus promesas nunca se cumplieron.
Yo no lo esperé y me fui sonriendo de tristeza, conforme. Había aprendido.

sábado, 23 de mayo de 2009

No me enorgullece

III-
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Cansada. Agotada. Agobiada emprendí el viaje de seguir la vida. Cruce la calle y me fui con él. La canción favorita de mi prima se escuchaba de fondo en algún auto exaltado de hombres jóvenes y borrachos.
Pasear por la ciudad siempre fue uno de mis pasatiempos y hacerlo de a dos era completar, como en el pasado. El rumbo elegido era hacia el río, hacia el mar, no importa, dos lugares que hoy me gustan. La costanera con el agua a un lado te hace hablar, divagar y aquel era de ese tipo de hombres.
Otra vez me case de blanco cuando me hablaba dulce, me tomaba de la mano y me susurraba. Nunca fui una persona fácil y rápidamente me deshacía de la idea de él, de un nosotros. Una semi entrega al fracaso, así.
Caminamos mucho por ese atardecer que se fue desenvolviendo en el silencio. Ese que yo aprendí a amar con el tiempo y que sabía él detestaba. Era una de mis pequeñas revanchas. Su andar variaba al estar tenso y la situación que él creía dominada poco a poco se le estaba volviendo en su contra. Yo hacía la nada, yo desaparecía en su presencia y lo descolocaba.
Llegamos a la esquina de Paseo Colón y Humberto Primo, Diego me toma violentamente y me besa en uno de sus adorados besos interminables.
- Besá bien – me dice y me río con más ganas que nunca, me fluye la risa como el Río de la Plata ahí nomás, tan cercano.
Venganza dos, pienso y sigo sonriendo ante su cara de orto. No quería todo esto, quería que me abrace, quería que los susurros y los besos fueran reales, como si lo eran mis simples mensajes, mis lentas caricias.
Me imagino dos trenes por vías perfectamente paralelas que se dirigen en direcciones perfectamente opuestas...lento...se cruzan...vibran, posiblemente uno más que el otro. El más débil queda fracturado por dentro, el otro pasa, pasa y nada más.
Él quiebra mi silencio, habla, interrumpe el zumbido de mi oído izquierdo, ese del que oigo un poco menos. Lo miro como ausente y se nota, quiero que lo note. Ya estamos por la costanera y por el viento. Decido bostezar en el momento exacto en que una mujer nos pregunta por una dirección, por una de esas torres conchetas perdidas entre los árboles. Mi desprecio ante la dama y no el que había tenido hacia él todo el camino lo frena, lo enfurece.
Su “-Que carajo te pasa?” por primera vez me da miedo. No quiero estar en ese lugar público pero indiferente. Cuando me toma del brazo con descuido se me cae leve, casi imperceptible, una lagrima. Diego no reaccionó ante ninguna de mis agresiones, mis venganzas, pero no pudo verme así. Mi cara de terror debió ser muy clara. Vuelve a jugar, vuelve a ser el novio y vuelvo a desmoronarme en nuestras manos entrelazadas. Otro día sin establecer posiciones. Un paso más al costado, nunca adelante.
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IV-

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Uno más de mis domingos solitarios, pienso y re pienso que quiero dejarlo, que quiero que desaparezca pero para siempre. Pasa una, dos semanas y Dieguito, el dulce se reincorpora a mi vida de mierda. Una sonrisa y un comentario desentendido me ubican como una loca paranoica, como la mujer absorbente a la que tanto le temo. Sos vos la fría que no le da nada o es él otro maldito infantiloide que te perturba la vida. Algo ya te decía cuando ingresaste a esa facultad que los hombres allí eran extremadamente femeninos, post post modernos, divas.
A partir de hoy mi vida será ascética, cero contacto con el exterior, apago el celular y no más conexión al maldito chat por el que él vive su vida.
¿Ascética? No te mientas más. El castigo no surte efecto. Me despedí el último domingo y le advertí que no me encontraría ya más en su listado de nombres ocurrentes y charlas superficiales. Despreocupadamente el Diego que nunca entiende nada, porque no le importa, me soltó un simple “-Nos vemos”. Y el témpano de hielo a derretirse en llantos de impotencia .
Entonces vuelve a desesperarme, le pasa la vida, lo atropella y él delante del lente de una cámara. Es un adolescente que me enloquece y que logró involucrarme en su vacío.
Escucho la puerta, bajo y su cara de orto nuevamente me recibe. -No se te encuentra y vine a verte-, me dice suelto. Me extrañó y me desea, y la caminata se reanuda perpetuamente en dirección al mar. Hoy no quiero el silencio, quiero gritarle que es un cínico hijo de puta, pero sus besos lo frenan y le sonrío atontada.
Sigo la vida, porque parece eso lo único que sé hacer. Permanecer, resistir. Pero no quiero eso Diego, quiero la pasión que el hombre perdió con la modernidad, con el SIDA y con los clones. Nos desplazamos una vez más. Tormentosa tarde, comenzó a llover y se fue. Esto, como todo, lo puso de mal humor. Yo me excuse que el clima ha sido muy caluroso para el otoño, que hay sequía y que se yo. Otra vez sola.

lunes, 18 de mayo de 2009

No me enorgullece

Aquí muere una de esas cosas que tienen necesidad de salir en algun momento y se convierten en "escritura". Ahora, largo rato después, tiene que continuar su camino hacia la basura/depósito: el blog. Es que me da cosita eliminarlo porque por las consecuencias de todo esto abrí este espacio asi que..
Entreténgase, pues, lector con un poco de autobiografía mal disimulada. (Más mal disimulada que de costumbre).
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Advertencia: son varios capítulos soporíferos.
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I-
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Lo iba buscando por la calle y apareció sin mas por ahí, por mi segunda pequeña casa improvisada. Buscaba alguna emoción, buscaba esfuerzo. Entre la repetición constante descubrí algo similar y distinto.
Terminamos después de un tiempo nada prudencial en aquella cama hundida, usada de mi dulce hogar.
Yo siempre dije que aquella era mi hermana y el correr del tiempo lo confirmó, lo confirmé. Mi hermana de convivencia sencilla y roles bien establecidos. Pero esto se trata de él, tal vez de ellos, pero nada más.
Quería más protagonistas en mi vida ya que algunos habían decidido partir sin mi consentimiento. Lo construí, lo fui armando como un playmobil. Ya en pocos días volví a mi rol de señorita pero ahora, eso sí, con leves cambios. En algún momento de leve lucidez una de mis inquietudes era su poder de acción que se notaba bastante mayor al mío. Este chico es aun más manipulador que yo. Y la que se fue haciendo a su imagen, cediendo desde aquel encuentro fui yo.
Nos encontramos en un verano que se pretendía oscuro pero que insistía con brillar y la gente se agolpaba para tener un lugar en nuestro viaje. Locuras de por medio me alegraba. Me alegraba mi hermana aunque temprano tuve que dejarla partir y debí resignar mi hogar para hundirme en la mierda triste pero con terraza.
Plagada de charlas psicoanalizadas empecé a conocerlo, salimos esa primer noche larga y me moría por dormir con él. La moral no existe y soy una guevarista de este postulado que me acompaña hace un tiempo. Los valores fluyen y las acciones se acomodan de acuerdo a los sentidos o acaso somos más que un animal, tan solo basta ver a los muchachitos de Gran Hermano. Pero actuando se manipula y más cuando no hay otro camino, entonces jugué a ser una de esas muñequitas frígidas de aquel novio gay llamado Ken.
¡Qué lindo es jugar de a dos!
Fui descubriendo al poco tiempo todo aquello que lo atormentaba. Me desgasté hasta que empezó a hacerlo él. Relevamiento. En poco tiempo me asignó un rol y me acordé de ella. Tenes que ser fuerte porque sino te va a pasar por encima. Y al otro día amanecí pensando lo inútil que son los consejos. Yo a su lado poniendo la mesa y lavando los platos.
Nos conocimos una noche rara y al momento ya me tenía.
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II-
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La absorción comenzó sin darme cuenta. Ahora veo que todo ocurrió sin mi consentimiento y sin mi conciencia. Sólo ocurrió, devino. Caminar era una rutina sencilla pero querible. Sus gestos eran constantes y yo estaba en primer lugar. Diego me integraba a su vida rápidamente y yo siempre la misma, la yegua fría.
Pasé un verano de amor, de dulzura que chorreaba. Poco a poco me fui resignando al amor de él.
Me abraza y me pregunta si lo extrañé. Yo sonrío. ¿Miento? Quiero mentir, estoy confiada, él me hace sentir así.
Rumbo al sur los besos largos y las charlas simples. Te gusta ser culto en la cama. Cosa extraña me abría un poco de su mundo después del sexo. Querrías sentirte querido, necesitabas sentirte bien.
Me fui construyendo el futuro que él quería sin abrirme, sin mostrarme. Por algo no quería serle. La intuición que cultivo no se resignaba a mis ganas de enamorarme.
El manipulador ganaba siempre y la semana previa no fue la excepción. Como siempre al río y me ahogue fácil en esa agua pútrida. Planteo armado que no enuncie por primera vez. Fui débil y me dolió. Se había tomado un receso que no creía importante y que me condujo a mi primer depresión.

martes, 28 de abril de 2009

Cuanta gente que transcurre por la casa, cuanto movimiento que se desliza en un sillón de garche. Un objeto activo, que hace y juega a no hacer, hasta que no hace. La pasividad del humano se me enfrenta y me viola.

"...esbozó una sonrisa de conquistador e introdujo su lengua entre los pelos. Enferma, iluminada, Marie parecía feliz, sonrió sin abrir los ojos. Una alegría insoportable la elevaba hacia un cielo inmenso de donde, entre nubes negras, emanaba un calor terrestre."

"Con los ojos húmedos de lágrimas, ella se reía y se debatía. La felicidad nos agarró de los pelos, como si hubiésemos estado enfermos y hubiéramos debido ser operados.

-¡Cerdo!- me gritó ella.

-¡Insúltame!

-Te convertiré en una sucia cochina- le dije a media voz.

Ella metió su lengua en mi boca.

Con el aumento de la excitación, ya no sentiamos el extremo malestar. Ella me dijo:

-Me miras así, de abajo, como un perdido. Mirame en el fondo de los ojos. Dime, si miras ahí, te lo muestro, te ríes. Me voy a vestir, me mirarás fijo en el fondo de los ojos, sabrás bien lo que quiero con el fondo de los ojos. Querría que tuvieras los ojitos de un chico, ojos que desvisten, ojitos oblicuos que se burlan. Querría que me miraras al mismo tiempo debajo de la falda y hasta en el blanco de los ojos. ¡Ah, si fueras dos, si fueras diez!"

Fragmentos de "El muerto" y "Santa" de ese tipo degenerado, un tal Jorge Batalla.

domingo, 1 de marzo de 2009

Pasiva

Cedo siempre a tu sexo. Te vas frustrado y la molestia me excita.

Te pienso y me dejo coger mil noches, por mil tardes negadas.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Autoabastecimiento

Me toco en tu imagen, que toco y se transforma
Toco poco en mi mente
que se prefiere egoísta
El roce delicado de tu mano que siente, que percibe
rodeando
demorando


Se desliza la ropa sólo lo necesario para poder
darle el efecto a mi pensamiento
Se pasean imágenes y me voy del punto
Busco aquello perverso que excite rápido
Recuerdos de aquella casa de putas, ese,
el cuarto húmedo de medias luces
en el que aprendí a contarle el ritmo a una mujer
los labios se mojaron con cosas nuevas
y grité, alguna vez, de satisfacción con varias manos

Simultaneidad de escenas.

Simultaneidad.

Y una ducha que siempre se lleva mi sexo negado.
Golpe de efecto.

Ahora la tranquilidad del autoabastecimiento.

domingo, 25 de enero de 2009

Hace dos días

I
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Ahora, escribiré la historia de unos momentos extraños. Me parece que tengo simplemente la ocurrencia de escribir esa historia y el deseo de realizar esa ocurrencia, como si los momentos esos no me hubieran pasado a mí. Pero cuando ellos pasaron, yo no tenía simplemente esa ocurrencia y ese deseo; tenía la violenta y desesperante necesidad de que esos momentos quedaran como fotografiados con el mayor número de detalles, para que después, ella, a quien amo, lo supiera, y entonces yo podría hacerle las preguntas que me salían en esos momentos.
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II
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Ahora, me parece que eso pasó hace mucho tiempo; pero pasó hace dos días y al poco rato de oscurecer. No sé si ella, a quien amo, le habrán pasado momentos parecidos, y esto precisamente, era lo que más me desesperaba en aquellos momentos. Yo estaba solo y en mi casa; ella estaba lejísimos y no sé si estaría en su casa. Los dos estamos en plena enfermedad de amarnos; hace dos días mi enfermedad recrudeció de pronto y tuve un ataque tan agudo como si me fuera a morir. En ese ataque me parecía que la vida se me salía del cuerpo para que ella la tomara en sus manos; pero ella estaba lejísimos y no sabía, y no sé si presentiría lo que a mi me pasaba. Yo, en el ataque, quería saber si ella me amaría tanto, y si habría tenido en momentos que yo no supiera ataques parecidos. Entonces , me golpeaba la cabeza con la punta de los dedos y me preguntaba: ¡¿”Qué cosa sentirá ella en esta misma cosa”?!
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III
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Ahora podré acomodar tranquilamente el mayor número de detalles; pero hace dos días y al poco rato de oscurecer, yo andaba entre las paredes de esta pieza y creía que con un solo detalle tendría que ser tan justo, tan verdadero, tan igual, que ahora, pensándolo despacio, me parece monstruoso. En aquel momento pensaba que si ella, a quien amo, viera y sintiera cómo era el color verde de estas paredes estaría todo arreglado; pero yo no podía darme cuenta de la cantidad de cosas que en mi desesperación, me hacían ver este color verde así. Además el color verde era lo que más veía, pero no lo veía con una impresión definitiva de la visión: recuerdo que cuando quise concretarlo, elegí para concretar otra cosa, y entonces pensaba: haré un rayoncito en la mitad de un papel y luego le diré: “¿Ves este rayoncito? Cuando lo hice te amaba espantosamente”. Pero enseguida me chocó que el rayoncito fuera en la mitad del papel, porque me imaginé ese papel en un cuadro con marco y vidrio. Yo sentía que todo eso se me iría y yo no lo podía concretar, como que tenía mucho tiempo y lo desperdiciaba con mi imprecisión. Pero ocurría otra cosa, y era que la condición de ese estado de espíritu, casi implicaba no poder concretar de él otra cosa, que lo que después sería recuerdo; y por eso me golpeaba la cabeza con la punta de los dedos y pensaba: “¡¿Qué cosa sentirá ella en esta misma cosa!?”
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IV
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Ahora, yo recuerdo, y me vuelvo a excitar un poco; pero en aquella excitación, también quise escribir: andaba alrededor de este mismo escritorio y pensé en escribir dos veces el monosílabo “ya”; pero en el momento en que escribia la segunda vez “ya” , me venía dando cuenta de que eso pasaría, y me pregunté si precisamente cuando habia decidido escribir, era porque el ataque me disminuía; pero enseguida me di cuenta de que no, que el ataque me duraba, que tenía una inercia muy grande, que la necesidad de hacer algo que quedara no podía detener “eso”, que alguien que observara no podría notar el grado en que se detenía o entorpecía la marcha. Sin embargo tuve miedo de que “eso” se detuviera, y decidí no escribir y que no quedara nada; pero empecé a pensar cosas, que fatalmente detuvieran “eso”.El escritorio me parecía un burgués que me obligaba a acomodar todo con calma, porque yo en mi fiebre no podría decidir de golpe como era todo aquí y en ese momento. Si yo hubiera sido un empleado con méritos de mil años , y hubiera pedido en compensación una sola irregularidad; si hubiera pedido el avión más veloz para poder ir hasta ella, tampoco hubiera llegado a tiempo; y además, todo hubiera sido distinto. Entonces me empezó a parecer absurdo lo de los ferrocarriles y las cartas y los carteros: todo había que hacerlo lento, medido y como con odio.
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V
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Ahora, yo recuerdo cosas que no son de tanta violencia interior, que son más exteriores e inconscientes, pero que son mucho más bellas. Cuando yo andaba por entre esas paredes verdes y tenía el ataque de amarla, llegaba hasta la puerta, y aunque no la abría sentía como era afuera la calle que pasa por mi casa y los árboles de enfrente; y todo eso, junto con ella. También a veces, caminando en sentido contrario, cruzaba una cortina amarilla y llegaba hasta el patio que tiene paredes de color naranja, y que en ese momento estaba un poco oscuro. En ese patio, al dar vuelta en la semioscuridad, también tuve momentos extraordinarios. Poco después que pasaron esos momentos extraños en que andaba por esta pieza y el patio, y sentía cómo era la calle que pasaba por mi calle y los árboles de enfrente; después que estuve en el escritorio y quise escribir, después que sufrí la traición de lo lento y lo medido; entonces, después, al mucho rato, pensé suavemente en ella y en mi: me imaginaba cómo sería cuando nos diéramos el primer beso, como sería de ancha su cara cuando yo estuviera hundido en ella, y como sería el silencio alrededor de ese beso.
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Felisberto Hernandez (1931)
 
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