La joven, la niña yegua saluda al gordo libidinoso.
Él con desidia y una sonrisa falsa la abandona en un colectivo.
Ella se va contenta.
La paraguayita.
Sigue por la calle aquel hombre abusador, camina en su sudor.
Ella que sonríe, va recordando la noche mersa de un telo gris, sabanas gastadas y una tele a fichas.
Piensa, tal vez, que él la quiere, la desea. Pero aquel la usa como una porno. Es más efectiva que su mano cansada y más firme, porque de eso no hay dudas, su cuerpo es de lo que jamás tuvo.
La niña yegua camino a su pensión vuelve a esa cama compartida, al olor de esa piel que lejos de darle asco le eriza la piel, excitándola. Ella lo desea, ella cree encontrar el amor de las leyendas contadas por su abuela en el sexo sin gusto que le da él.
Omar camina tranquilo, despejado, relajado. Una alta abogada pasa con su pollera elegante camino a tribunales. Su mirada no se contiene, no tiene deseos pero le grita, la acosa contra la pared mugrienta de la calle Libertad. La mujer elegante lo empuja y él continua caminando como si nada.
Su naturaleza, su ser.
El calor, en gotas que corren por su rostro, lo cubre todo en esa mañana de febrero mientras ese micro centro oficinista se va transformando en Constitución. Él vuelve a dormir con la que lo mantiene. Ella afronta un día de trabajo soñando con él.
18/02/08
Bello como todo veinteañero
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Por Daniel Link para *Perfil*
Querido Enzo, sin saberlo, me diste hace un mes una alegría tremenda. Me
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Hace 18 horas.