sábado, 23 de mayo de 2009

No me enorgullece

III-
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Cansada. Agotada. Agobiada emprendí el viaje de seguir la vida. Cruce la calle y me fui con él. La canción favorita de mi prima se escuchaba de fondo en algún auto exaltado de hombres jóvenes y borrachos.
Pasear por la ciudad siempre fue uno de mis pasatiempos y hacerlo de a dos era completar, como en el pasado. El rumbo elegido era hacia el río, hacia el mar, no importa, dos lugares que hoy me gustan. La costanera con el agua a un lado te hace hablar, divagar y aquel era de ese tipo de hombres.
Otra vez me case de blanco cuando me hablaba dulce, me tomaba de la mano y me susurraba. Nunca fui una persona fácil y rápidamente me deshacía de la idea de él, de un nosotros. Una semi entrega al fracaso, así.
Caminamos mucho por ese atardecer que se fue desenvolviendo en el silencio. Ese que yo aprendí a amar con el tiempo y que sabía él detestaba. Era una de mis pequeñas revanchas. Su andar variaba al estar tenso y la situación que él creía dominada poco a poco se le estaba volviendo en su contra. Yo hacía la nada, yo desaparecía en su presencia y lo descolocaba.
Llegamos a la esquina de Paseo Colón y Humberto Primo, Diego me toma violentamente y me besa en uno de sus adorados besos interminables.
- Besá bien – me dice y me río con más ganas que nunca, me fluye la risa como el Río de la Plata ahí nomás, tan cercano.
Venganza dos, pienso y sigo sonriendo ante su cara de orto. No quería todo esto, quería que me abrace, quería que los susurros y los besos fueran reales, como si lo eran mis simples mensajes, mis lentas caricias.
Me imagino dos trenes por vías perfectamente paralelas que se dirigen en direcciones perfectamente opuestas...lento...se cruzan...vibran, posiblemente uno más que el otro. El más débil queda fracturado por dentro, el otro pasa, pasa y nada más.
Él quiebra mi silencio, habla, interrumpe el zumbido de mi oído izquierdo, ese del que oigo un poco menos. Lo miro como ausente y se nota, quiero que lo note. Ya estamos por la costanera y por el viento. Decido bostezar en el momento exacto en que una mujer nos pregunta por una dirección, por una de esas torres conchetas perdidas entre los árboles. Mi desprecio ante la dama y no el que había tenido hacia él todo el camino lo frena, lo enfurece.
Su “-Que carajo te pasa?” por primera vez me da miedo. No quiero estar en ese lugar público pero indiferente. Cuando me toma del brazo con descuido se me cae leve, casi imperceptible, una lagrima. Diego no reaccionó ante ninguna de mis agresiones, mis venganzas, pero no pudo verme así. Mi cara de terror debió ser muy clara. Vuelve a jugar, vuelve a ser el novio y vuelvo a desmoronarme en nuestras manos entrelazadas. Otro día sin establecer posiciones. Un paso más al costado, nunca adelante.
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IV-

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Uno más de mis domingos solitarios, pienso y re pienso que quiero dejarlo, que quiero que desaparezca pero para siempre. Pasa una, dos semanas y Dieguito, el dulce se reincorpora a mi vida de mierda. Una sonrisa y un comentario desentendido me ubican como una loca paranoica, como la mujer absorbente a la que tanto le temo. Sos vos la fría que no le da nada o es él otro maldito infantiloide que te perturba la vida. Algo ya te decía cuando ingresaste a esa facultad que los hombres allí eran extremadamente femeninos, post post modernos, divas.
A partir de hoy mi vida será ascética, cero contacto con el exterior, apago el celular y no más conexión al maldito chat por el que él vive su vida.
¿Ascética? No te mientas más. El castigo no surte efecto. Me despedí el último domingo y le advertí que no me encontraría ya más en su listado de nombres ocurrentes y charlas superficiales. Despreocupadamente el Diego que nunca entiende nada, porque no le importa, me soltó un simple “-Nos vemos”. Y el témpano de hielo a derretirse en llantos de impotencia .
Entonces vuelve a desesperarme, le pasa la vida, lo atropella y él delante del lente de una cámara. Es un adolescente que me enloquece y que logró involucrarme en su vacío.
Escucho la puerta, bajo y su cara de orto nuevamente me recibe. -No se te encuentra y vine a verte-, me dice suelto. Me extrañó y me desea, y la caminata se reanuda perpetuamente en dirección al mar. Hoy no quiero el silencio, quiero gritarle que es un cínico hijo de puta, pero sus besos lo frenan y le sonrío atontada.
Sigo la vida, porque parece eso lo único que sé hacer. Permanecer, resistir. Pero no quiero eso Diego, quiero la pasión que el hombre perdió con la modernidad, con el SIDA y con los clones. Nos desplazamos una vez más. Tormentosa tarde, comenzó a llover y se fue. Esto, como todo, lo puso de mal humor. Yo me excuse que el clima ha sido muy caluroso para el otoño, que hay sequía y que se yo. Otra vez sola.

6 comentarios:

Isil dijo...

Siempre absolutamente siempre sola, a eso no se le escapa querida.

Y una vez asumido (dicen, yo no llegue jej) parece que todo cambia pa mejor.

Mamerto Tetto dijo...

Muy bueno, me encanto... me la pase navegando el cyber space y tu blog es de lo mejor que encontre:

Sa
be
lo.

Tqm mal y 4ever.

Besitos.

Evita V. dijo...

Ejem...estas siendo ironico??? o tengo mi autoestima aun mas bajo que de costumbre???

De todos modos Gracias por el elogio sr. mamerto y espero que publique algo pronto. Que este bien!

Isil dijo...

el tqm mal y 4ever pintan delirada.

Evita V. dijo...

Buenisssssimo, me quedo re tranqui ahora.

Mamerto Tetto dijo...

No, te juro que no Evi, me lo comí de principio a fin, y me encantó. Además de tener un ritmo arrollador y una prosa que, si bien padece cierta mesura y sobriedad, es muy correcta, tu historia de verano me toca de cerca: yo viví una muy similar, y mientras leia "no me enorgullece" pensaba que podía estar escrito por mi ex, y eso, koraxon, me afectó sobre manera.

Ironía 0 darling, sabela.

Tqm.

 
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