viernes, 29 de mayo de 2009

No me enorgullece

V-
.
Violencia y llanto mal contenido. No lo entiendo, ¿se puede ser cruel y seguir sin más? La broca me brotaba como la peste, quería salir de mi a cualquier precio.
Mi progenitor era un problema, y sólo por casualidad era el problema de todos los que seleccionaba para estar a mi alrededor. Diego y aquel otro, el de los ojos claros padecían la misma enfermedad, y esas, mis hermanas, también.
Se mezcla un odio con el otro. La raíz de este sentimiento que diezma mi racionalidad es la misma. Acepto pero no comprendo y un día la cara de póquer falla. O peor su cara falla y mi mirada se queda esperando.
Uno de ellos no puede escapar pero el otro se esconde bajo su cama. Pide tres veces con los ojos bien cerrados ser un niño para siempre, no crecer. Le gustaría abrirlos y ya no estar en su dormitorio de la casa paterna con paredes azul- celeste pero no hará algo para cambiarlo. Todo implica mucho esfuerzo. Una mujer implica mucho esfuerzo. Jugarse nunca, sólo jugar.
Lo llamo con la mente, le grito pero me destruyo por querer luchar por un imposible. Guevara...guevarista y suicida. Me habla, reaparece de vez en cuando para reafirmar su lugar. Yo lo atiendo rápida, semi enojada. Pero el bueno de Dieguito ya me conoce, sabe que no tardo en obedecer.
Esa tarde como miles que van, la convenzo a ella para que nos deje a solas. Un gran reencuentro después de un mes. Él está con nuevos proyectos, el día anterior me cuenta que filmó por fin un corto. Voy a ser yo la dichosa en verlo completo por primera vez. Me enamoro como nunca, lo idealizo como siempre.
Ahí está él, firme, serio. No trajo el tape porque se lo quedo un amigo, otra vez será. Lloro por dentro pero no tanto como después de encontrarme desnuda a su lado. Porqué se gastará en convencerse, en convencerme que no es así.
- Yo no puedo acostarme con alguien si no lo siento, sino lo quiero aunque sea por ese instante- me dice ella y coincidimos. Pero sufro por darme cuenta de lo que dice, de lo que digo tan suelta de cuerpo. Él me quiere, me adora de vez en cuando. Diego se fue huyendo luego de un llamado incomodo a mi celular. Era el verdadero, y realmente quería verme. Corté sabiendo que le estaba dando el perfecto pie. La salida teatral que añoraba.
.
VI-
.
Porqué no me resigno a dejarlo ir. Ese que doblo la esquina y no se dio vuelta, el que camina por mi ancha vereda de San Telmo, ese nunca fue lo que yo quise. No colmó jamás mis expectativas, ni siquiera ayudó a palear el mal rato. Sólo estaba, molestaba. Pero como las perras de mis padres con las cuales debía convivir me hacía sonreír y despejarme. Caminar. Siempre fue bueno caminar, es bueno hacer ejercicio (un legado de otro hombre).
Porqué no me resignaré a admitir que es poco, que nivelo para abajo y me contento rápido. Es buena nena, no se queja, no llora y come lo que le dan sin dejar miguitas. Gauchita la pobre, tonta sentimental.
Abro la puerta y comienzo esa rutina que adoramos los que tememos a la depresión. Ayer volví a mis clases, otra vez aquel edificio decadente, esa horrible fábrica quebrada. Y Diego que parecía esperarme en el maldito segundo piso se percato enseguida de mi molestia. Siempre rodeado de chicas y yo sonrojada y nerviosa como si hubiese sido la que lo plantó impunemente. Se acercó y me susurro al oído lo linda que estaba y que aquellas lo aburrían. La pedantería me gusta, soy masoquista y lo que el mundo detesta a mi me enamora pero esa escena excedía mi tolerancia. Me acompañó a mi aula y prometió pasarme a buscar al terminar nuestros teóricos. Quería hablarme, saber de mi, pero como todas sus promesas nunca se cumplieron.
Yo no lo esperé y me fui sonriendo de tristeza, conforme. Había aprendido.

1 comentario:

Evita V. dijo...

me aburri y el final me lo comi.

 
Creative Commons License
This work - Evita V. and Nomeenorgullece- is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial 3.0 Unported License, so take a look, please!.